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miércoles, 2 de diciembre de 2009

NO ME GUSTA LA NAVIDAD


Hoy mientras iba por el gas, me encontré una caravana de carros que se dirigían hacia el cementerio para enterrar a alguien. No puede evitar comentarle a la persona que me acompañaba lo siguiente, “Que triste será este Diciembre para esa familia”.

Así como esta familia, hay personas que dicen que, la Navidad es una temporada triste porque la traslada a épocas pasadas junto a personas que ya no están a su lado. En lugar de disfrutar de estos momentos familiares, algunos no pueden evitar que las fiestas sean para ellos motivo de tensión, ansiedad, malestar o incomodidad, he conocido personas que, suspiran de alivio después de cada 24 y 31 de diciembre. Como ellos, son muchas las personas, aún las más equilibradas emocionalmente, que experimentan el llamado “blues de Navidad” o depresión navideña. Se trata de un bajón en el estado de ánimo aderezado de cierta nostalgia que les lleva a tener una visión negativa de lo que les rodea, sintiéndose por eso fuera de lugar. Entre compras, cenas y reuniones sociales, ocultamos tristezas y melancolías propias de la época que son más normales de lo que pensamos, como asegura la psicóloga y terapeuta Irene Candelas: “Se da una regresión a la infancia, siendo propensos a experimentar sensaciones que tuvimos de niños, como alegría y magia, que se matizan, de adultos, con un poco de soledad”.

Además, son varios los estudios que reflejan que es en esta época donde se producen más conflictos familiares y de pareja, hace poco tiempo me comentaba una amiga que, en estas fechas toda su familia se reúne, y hasta las primas y primos con los que, no tiene buena relación, están en esas reuniones. Para la psicóloga clínica Mercè Conangla hay una explicación lógica: “Nos vemos obligados a relacionarnos con personas con las que no nos llevamos bien, y es entonces cuando afloran los problemas. Hay una presión social que se manifiesta en estos días altamente perjudicial para las parejas por el exceso de demandas que, a veces, no son deseadas”.

Una forma de disminuir esta fobia es alcanzar una política de pactos con nuestra pareja o familiares, que respete los espacios individuales de cada uno. “Las navidades no son las culpables: ni solucionan ni provocan algo que antes no existiese. Somos nosotros los que no somos honestos con nosotros mismos y, en lugar de intentar ir solucionando los conflictos emocionales día a día, nos ponemos una máscara para hacer creer que todo va bien y buscamos soluciones que a veces son impuestas por los demás. Esto es poco inteligente”, señala Conangla.

El rodearse de personas comprensivas que conversen del problema puede resultar altamente terapéutico así como identificar los miedos, como explica la psicóloga clínica Vicenta Sanz: “Ver a qué se teme, por qué se siente así, son algunas de las preguntas que se deben hacer estas personas para detectar qué produce esta sensación y solucionarlo”.

Escuche decir a una persona lo siguiente: “Rechazo esa falsa creencia de que hay que ser felices” “Reniego de las navidades por su componente consumista y por esa falsa creencia de que en estos días todos debemos estar alegres, ser buenos y más felices que nunca. Sólo pensar que hay que divertirse por decreto me deprime y hace que me encierre en mí misma: evito las comidas de empresa, las fiestas y lo único que me apetece hacer es seguir con mi vida normal, quedar con mis amigos de siempre y tomar algo tranquilos, como solemos hacer habitualmente. Luego está la obligación de los regalos: tener que comprar algo por comprar, con las tiendas llenas, sin saber nunca qué regalar... Me estresa tanto que al final acabo por no hacer regalos a nadie”.

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