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lunes, 9 de noviembre de 2009

ES ANCIANO Y ES NORMAL LO QUE TIENE


Esta afirmación me hace pensar que para un buen número de personas esa etapa de la vida llamada vejez, tercera o cuarta edad, ancianidad y otras denominaciones, es un gran saco en el que todo cabe o es una tierra de nadie donde todo está permitido y todo es “normal”. Y eso es un grave error.

No pretendo dar una explicación de lo que es una vejez normal, pero sí quiero reflexionar sobre una condición muy frecuente en esta etapa y que si no se detecta a tiempo y se trata adecuadamente trae enorme sufrimiento a quien la padece, a sus familiares y puede, si alcanza una intensidad grave, terminar con la vida del anciano. Y esa condición mórbida, común y mal diagnosticada y peor tratada, es la depresión.

La depresión en el anciano puede tener diversas formas de presentación y no es mi interés brindar una clasificación académica de este trastorno, sino proporcionar una guía para que cualquier persona pueda pensar en esta posibilidad ante un anciano con los síntomas a los que me referiré. Paso a describirlos:

I. Depresión que se presenta como el envejecimiento normal.
En este caso el anciano muestra disminución del interés por las cosas que habitualmente lo despertaban, de la vitalidad, de la voluntad; tendencia a revivir el pasado, pérdida de peso, trastornos del sueño, algunas quejas por falta de memoria, tiende al aislamiento y permanece la mayor parte del tiempo en su habitación. (Para muchos este cuadro es propio de la vejez y no una depresión tratable.)

II. Depresión que se presenta como envejecimiento anormal.
En el anciano aparecen diversos grados de desorientación en lugar, en tiempo y con respecto a sí mismo y a los demás: confunde a las personas conocidas, es incapaz de reconocer lugares; aparece deterioro de sus habilidades y costumbres, relajación esfinteriana, esto es, se orina y defeca sin control alguno, trastornos de la marcha que hacen pensar en una enfermedad cerebrovascular, trastornos de conducta como negarse a ingerir alimentos, etc. (Para muchos este cuadro es propio de una demencia con carácter irreversible y no una depresión tratable.)

III. Depresión que se presenta como una enfermedad física, somática u orgánica.
El anciano se queja de múltiples síntomas físicos, como dolores de espalda, en las piernas, en el pecho, cefaleas. Puede quejarse también de molestias digestivas como digestión lenta, acidez, plenitud estomacal sin haber ingerido alimentos que lo justifiquen; tiende a tomar laxantes, antiácidos y otros medicamentos para sus molestias gastrointestinales; refiere pérdida de la sensación del gusto, falta de apetito y disminución del peso, problemas cardiovasculares como palpitaciones, opresión, falta de aire, etcétera. (Para muchos este cuadro es propio de alguna enfermedad del cuerpo y no una depresión tratable.)

Como se evidencia, no es conveniente atribuir cualquier síntoma del anciano a su vejez, a los achaques de la misma, a una demencia o a una enfermedad física, pues puede ser la manifestación de una depresión tratable y, por tanto, puede el anciano recuperar su vitalidad y el resto de las funciones comprometidas. Si no se diagnostica adecuadamente, se puede hacer crónica y en el peor de los casos, termina su vida con el suicidio.

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