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jueves, 10 de septiembre de 2009

¿QUÉ HACER CUANDO FALLECE UN SER QUERIDO?


Hace un año falleció mi hermano y resulto ser el acontecimiento más doloroso que he pasado. Y por tal motivo creo que ahora si estoy capacitado tanto teórica como prácticamente para hablar de las diversas etapas, que el ser humano pasa, y que a continuación describo:

Primera etapa o de negación.

Como su nombre indica, en esta etapa el sujeto niega la muerte del ser querido y son frecuentes las siguientes expresiones: “No, eso no puede ser”, “eso es mentira”, “díganme la verdad”, “no lo puedo creer”, etc. Al fallecido se le imagina de todas las formas menos muerto.

Segunda etapa o de rabia.

En ella el doliente despliega su hostilidad contra todos, hacia todos, incluyendo el propio fallecido. Culpa a los médicos porque supuestamente no le brindaron toda la atención necesaria o no le prestaron el debido interés. Esto debieran saberlo no sólo los familiares sino también los médicos para poder entender que éste tratar de responsabilizarlos a ellos y a la institución de lo ocurrido, es una reacción normal y habitual en todo el que pierde a un ser querido, y no un problema personal.

En esta etapa dirige la rabia contra el fallecido y es frecuente la pregunta “¿por qué me dejaste?”, hacerle reclamos, e incluso agredirlo: lo pueden apretar, golpear, sacudir, pidiéndole que le responda, que le hable, que le conteste, o simplemente que no se muera.

Es propio de la etapa que este familiar se culpe de no haber hecho todo lo posible por su ser querido y son comunes los siguientes pensamientos: “debí llevarlo a otro hospital”, “si lo hubiera tratado el Dr. X quizás no se hubiera muerto”, “si yo me hubiera dado cuenta antes, a tiempo, otro hubiera sido el desenlace”, y muchos otros similares.

Tercera etapa o de regateo.

Ésta se caracteriza por la búsqueda de un consuelo que disminuya su sufrimiento, y entonces se dice: “ya descansó”, “que Dios lo tenga en la gloria”, “menos mal que sufrió poco” y otras por el estilo. Como su nombre indica, esta etapa es de negociación, cuyo objetivo es liberarse de las culpas de la etapa previa.

Cuarta etapa o de aceptación.

Es el resultado final de la evolución normal del duelo. Ahora no se habla de resignación, que es una conformidad dolorosa, sino de aceptación, proceso mediante el cual se aprende a vivir sin el ser querido fallecido, a ser productivo, creativo, nuevamente libre y con una vivencia de mejor preparación para la vida.

Es importantísimo conocer estas expresiones y sobre todo las de la rabia, saber que es normal, y todos nos echamos la culpa por lo que pudimos hacer y no hicimos porque provoca una sensación de alivio considerable.
Otro aspecto notable en el manejo del duelo es facilitar el llanto y permitir expresar los afectos y emociones displacenteras, no reprimirlas con las conocidas frases “pon de tu parte” y “ponte fuerte” porque en nada ayudan al doliente.

Luego del duelo, es de mucha utilidad recoger y guardar las pertenencias del ser querido, así como las fotografías, de manera que no se convierta en un estímulo depresor, generador de mayor tristeza.

Otra sugerencia es evitar acudir al cementerio con frecuencia. Desde épocas inmemoriales la frase “en paz descanse” se utiliza para poner en las lápidas de los fallecidos en distintos países. Y dejarlos descansar es una opción acertada. Escoja un día para ir a ver la tumba del ser querido, que puede ser el Día de las Madres o de los Padres, el día de su nacimiento o cuando desee. No así el día que falleció, por ser un momento doloroso que no debe ser actualizado.

Por último, una recomendación útil es hacerle caso al cuerpo en todo momento, pues la evolución normal del duelo le irá diciendo lo que usted podrá ir haciendo. Si el cuerpo le pide no ingerir alimentos, no los ingiera. Ya llegará el momento de comer como habitualmente. Si el cuerpo le pide llorar, llore. Ya llegará el momento de volver a sonreír.

lunes, 7 de septiembre de 2009

ÉL NO ME DEJA...


Lamentablemente, tal manifestación aún se escucha en nuestro medio, a pesar de todos los esfuerzos que se han venido realizando a favor de la plena igualdad de la mujer.

En “Él no me deja...” los puntos suspensivos pueden ser sustituidos por disímiles actividades, como por ejemplo: trabajar, pasear, cortar el cabello, poner determinada pieza de vestir, maquillar de una forma específica, visitar algunos lugares, hablar con ciertas personas, etcétera.

Quienes utilizan esta expresión, deben entender que aunque se dice “Él no me...”, en realidad debiera ser “Yo permito que él no me...”, pues conscientes y muy a gusto, toleran, permiten, acceden, desean, ser tratadas con este tipo de imposiciones que las limitan. Otras, las menos, permiten este tipo de limitaciones sin una conciencia cabal de los perjuicios ocasionados en su desarrollo personal; pero repito, la mayoría de ellas participa conscientemente de estas conductas anómalas en su relación matrimonial: si el esposo no la deja trabajar es porque a ella le hace sentir bien no tener obligaciones laborales, si el esposo no la lleva a distraer es porque a ella le gusta quedarse en la casa y asumir el papel de víctima o de mártir, si el esposo la maltrata verbal o físicamente y no responde, tiene evidentes rasgos masoquistas en el carácter.

Quizás usted considere que para ganar a veces hay que perder y si la esposa no cede, el matrimonio puede entrar en conflicto y disolverse. Todos esos argumentos son buenas justificaciones para asumir un papel pasivo en las relaciones conyugales.

Si la mujer no trabaja tiene que depender económicamente de su pareja, y se cumplirá el principio administrativo “el que paga manda”. Si ella permite que él no comparta las distracciones, puede ocasionarle síntomas neurasténicos, como el cansancio físico y mental, irritabilidad, peso en el cerebro, disminución de la productividad, dificultades con la atención, la concentración y la memoria, poca o ninguna satisfacción sexual, los ruidos le resultarán insoportables y la llevará a pegarle a sus hijos, a no dejar que oigan música y ni siquiera que jueguen o le hablen.

Al permitir a su esposo el maltrato físico o verbal, estará iniciando una relación sadomasoquista, es decir, cuando una persona siente placer en ocasionar dolor, sea físico o moral y la otra persona lo siente al recibirlos.
Pienso que es preferible modificar “Él no me...” por “Yo no permito que...”